Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. ¿Alguna vez has estado muy preocupado, nervioso, con el pulso acelerado y el corazón “a mil por hora” por una situación que te preocupa? Entonces, es posible que hayas sentido ansiedad y en este artículo te explicamos más sobre ella.
Antes de profundizar en el tema, se debe dejar clara la importancia de no autodiagnosticarse con la información que se va a aportar a continuación, ya que este contenido es solo divulgativo. Para ello, existen profesionales cualificados y expertos en el tema a nuestra disposición en caso de necesitar ayuda, como médicos/as y psicólogos/as.
Para ponerte en contexto, imagínate que viene un león a por ti, ¿qué harías? Seguro que tu corazón se aceleraría más de lo normal, te quedarías sin saliva y la mayor parte del oxígeno del cuerpo se concentraría en tus músculos para tener suficiente energía para huir y ponerte a salvo o luchar y acabar con el peligro. Estas reacciones son adaptativas cuando estamos delante de un peligro potencial, es decir, en el caso de que un león nos ataque o un coche no frene en el paso de cebra cuando estamos cruzando, pero son desadaptativas cuando no existe tal peligro y tu cuerpo reacciona del mismo modo. El miedo es apropiado en dosis adecuadas, pero deja de serlo cuando aparece en situaciones innecesarias y en niveles muy altos, surgiendo de este modo la ansiedad.
En algún momento de nuestra vida, es probable que hayamos experimentado ansiedad. Algunas veces podemos no ser capaces de concretar cuál es la causa, ya que no estamos delante de un objeto o una situación que sea la causante, sino que imaginamos un peligro que no está inmediatamente presente, que solo es una probabilidad y por lo tanto, todavía se nos hace más difícil detectarla. Por ejemplo, podemos sentirnos ansiosos por nuestro futuro o por la posibilidad de perder el control de nosotros mismos en una situación.
La ansiedad en pequeñas dosis puede ayudar a prepararnos, sin embargo, el verdadero problema surge cuando la ansiedad aparece con cierta asiduidad en nuestra vida cotidiana, limitando nuestro desempeño en diferentes tareas o facetas, es decir, la vida de la persona no transcurre con normalidad. Por ejemplo, en el caso del trastorno de ansiedad generalizada, el cual se caracteriza por una ansiedad y preocupación excesiva y una gran dificultad para controlarla, entre otros síntomas. A diferencia de esta, existen otros tipos de ansiedad, como las fobias, en las que sí podemos concretar los estímulos, por ejemplo, el miedo a las arañas o a los lugares cerrados como un ascensor.
La ansiedad es muy común en nuestro entorno y puede producir un sinfín de síntomas físicos, los cuales varían según la persona. Algunos de ellos son la taquicardia, la dificultad para respirar y para dormir bien, la dificultad para tragar, el sentir que no tenemos saliva o que tenemos la mandíbula bloqueada, etc. En algunos casos, las personas pueden experimentar un gran nivel de malestar, llegando incluso a pensar que se pueden morir, sin embargo, esto no va a suceder, ya que la ansiedad llega a un punto máximo de malestar a partir del cual empezará a disminuir.
Es difícil concretar las causas que provocan estos síntomas, ya que pueden ser muchas e influir a muchos niveles. Puede deberse a la combinación de diferentes factores, como el hereditario o el biológico, al sistema familiar al que se pertenece o a las experiencias negativas vividas en la infancia, por ejemplo, el haber sufrido bullying, un abandono o un abuso sexual. También influye la educación recibida, ya que muchas veces se nos enseña a ocultar nuestras emociones en lugar de expresarlas; y las condiciones del ambiente, por ejemplo, haber vivido en un periodo de crisis o de guerra. Los cambios recientes en nuestra vida también pueden ayudar a que aparezca la ansiedad, como puede ser un traslado en el trabajo, el fallecimiento de alguien cercano o el matrimonio.
Describiendo estas causas, cualquier persona podría tener en algún momento de su vida los factores suficientes para experimentar ansiedad. Hay causas, como la predisposición genética, las experiencias de la infancia o sucesos como perder un trabajo, que no podemos cambiar, ya que no podemos modificar la estructura de nuestro ADN ni volver atrás en el tiempo, pero sí podemos cambiar la forma de responder y tratar la ansiedad.
Una variable muy importante para gestionar la ansiedad es tener hábitos de vida saludables, es decir, dormir las horas suficientes, tener una buena alimentación, hacer ejercicio físico y cuidarse a uno mismo. Además, practicar ejercicios de respiración nos puede ser de utilidad. Respirar de forma lenta y profunda, como se hace en la respiración diafragmática, puede ayudarte a regular la ansiedad. Y si te animas, puedes meditar, apuntarte a clases de yoga, practicar mindfulness o puedes buscar ejercicios que ayuden a relajarte, como puede ser pintar mandalas por las noches, leer o escuchar música. En el caso de que la ansiedad esté ganando demasiado terreno en tu vida, acude a tu psicólogo/a y/o médico/a, quienes sabrán cómo ayudarte.
Sería ideal tener en nuestro cajón de la mesilla una varita mágica que solucionase nuestros problemas sin quebraderos de cabeza y que pudiera hacer que la ansiedad no apareciera. Aunque no tenemos esa varita mágica, sí podemos llenar el cajón con los recursos que estén a nuestro alcance, alguno de ellos ya mencionados, para poder utilizarlos y conseguir sentirnos mejor.
Noelia Ferrer Ber
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