Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Esta semana hablaremos de conducta suicida. Sí, de suicidio, de ese tema tabú que ha estado tan silenciado durante tantos años, pero que acaba con la vida de 11 personas al día en nuestro país.
Cuando un tema es tabú y el silencio se torna a su alrededor, lo que reina es la desinformación. Por eso, cuando hablamos de conducta suicida, es fácil que los mitos se cuelen en nuestro discurso y sigamos perpetuando una mirada hacia la conducta suicida que dista mucho de la realidad y que pone barreras a su prevención. Por eso hoy abordaremos alguno de los más extendidos.
Empezando por lo que supone hablar de conducta suicida en estas líneas… ¿es recomendable hablar del suicidio en los medios de comunicación?
La cuestión no es si hay que hablar o no, sino en cómo hacerlo. De hecho, se ha demostrado que hablar de suicidio no siempre es adecuado, ya que se puede generar efecto contagio. ¿Cuándo ocurre esto? Cuando se romantiza o se ofrece una visión indulgente del suicidio (por ejemplo, con la serie “Por trece razones” de Netflix) o cuando en un medio de comunicación se habla de un suicidio buscando el morbo, hablando del método, del lugar o de la causa (cuando en realidad el suicidio es un fenómeno multicausal, por lo que enfatizar en una causa concreta de una muerte por suicidio será ofrecer una visión reduccionista e incluso peligrosa). Enfocar las noticias de esta manera sería algo que llamaría la atención y que aseguraría muchas visitas, pero podría ser peligroso para una persona en situación de riesgo. Sin embargo, si se hace de manera adecuada y se habla de forma responsable sobre la conducta suicida, puede ayudar a su prevención. Para ello es interesante hablar del fenómeno en general (no de un suicidio en concreto) enfatizando en la idea de que es multicausal, en que es posible prevenirlo, en la importancia de pedir ayuda y en los recursos existentes si alguien lo necesita. Hasta cierto punto, todos y todas somos pequeños medios de comunicación, por lo que cuando nos llegue un rumor sobre un suicidio, estas mismas recomendaciones las podríamos aplicar para jugar un papel protector.
Como hemos visto, hablar del suicidio correctamente puede ayudar a su prevención, pero es esencial conocer para actuar. Por ello, ser conscientes de los mitos que hay en torno a la conducta suicida nos ayuda a derribar barreras y a mejorar la comprensión de este fenómeno. Así que… ¡dentro mitos!
MITO: Preguntar a una persona si está pensando en suicidarse, puede incitarle a hacerlo.
REALIDAD: Uno de los temores más extendidos a la hora de preguntar sobre el suicidio es el miedo a darle la idea a la otra persona. Lejos de ser así, preguntar a una persona si tiene pensamientos de suicidio puede ayudar a que se disminuya el riesgo de pasar al acto, ya que quizás tú eres la primera persona que ha encontrado con la que puede hablar sobre esto. Por ello, hablar desde una actitud empática y respetuosa con la persona, sin juzgar, criticar ni minimizar su dolor, puede ayudarle a disminuir la tensión y a que busque ayuda.
MITO: Las personas que se suicidan no lo dicen, y las que lo dicen no lo hacen.
REALIDAD: Quizás este sea uno de los mitos más extendidos. Sin embargo, la evidencia científica señala que la mayoría de las personas que se suicidan o tienen un intento de suicidio, lo manifiestan previamente con verbalizaciones, gestos o cambios de comportamiento. Es cierto que, aunque las señales de alarma se dan en la mayoría de los casos, no siempre es así, y que detectar dichas señales no implica necesariamente que la persona no se vaya a suicidar, pero aumenta las posibilidades de ayudarla. Por ello, cuando una persona lo manifiesta de algún modo, se debe indagar y tomar en serio cualquier señal. Que una persona lo haya dicho 10 veces y no lo haya hecho, no significa que a la siguiente no lo pueda hacer. Jugar a ser adivinos en un tema como este, puede tener consecuencias muy graves.
MITO: Las personas que dicen que tienen pensamientos de suicidio lo hacen para llamar la atención.
REALIDAD: Como hemos visto en el punto anterior, no debemos de ignorar este tipo de verbalizaciones. Y en función de cómo las interpretemos es posible que actuemos de una manera u otra. “Llamar la atención”, por lo general tiene una connotación negativa. Por lo tanto, cuando interpretas que una persona está haciendo “X” cosa para llamar tu atención ¿respondes de la misma manera que si piensas que lo está haciendo porque necesita ayuda? Yo puedo no saber con qué intención una persona me está manifestando sus pensamientos de suicidio, pero lo que está claro es que, si una persona lo manifiesta, está sufriendo y seguramente necesita ayuda. Por este motivo, en vez de integrarlo como una “llamada de atención” será mejor si lo enfocamos como una “llamada de ayuda”, ya que de este modo nuestra respuesta irá más dirigida a apoyar a esa persona.
MITO: Solo las personas con trastornos mentales o con problemas graves se suicidan.
REALIDAD: Los pensamientos de suicidio surgen ante una situación de mucho sufrimiento que la persona percibe como inescapable, insoportable e interminable, por lo que no hace falta tener un trastorno mental para que dichos pensamientos aparezcan. Respecto a la gravedad de los problemas, el matiz reside en que la gravedad depende de los ojos de quien la mira. Hay una serie de problemas en los que la gran mayoría de la población estaríamos de acuerdo en que son graves, pero hay muchos otros que dependerán de cada persona. Y esto es importante tenerlo en cuenta, ya que es fácil caer en la minimización o invalidación del sufrimiento de una persona si juzgamos sus problemas desde nuestra mirada, lo cual nos puede llevar a infravalorar su dolor. Además, hay que recordar que la conducta suicida es un fenómeno multicausal, por lo que muchos problemas “pequeños” también pueden llevar a que una persona se sienta atrapada.
MITO: La persona que se suicida quiere morir.
REALIDAD: Por lo general, las personas que se suicidan no quieren morir, sino que quieren dejar de sufrir. Sin embargo, cometemos el error de confundir el fin con el medio. Para ilustrarlo te pondré un ejemplo. Imaginemos que quieres ir de Teruel a Zaragoza, y piensas (ojo, piensas) que la única manera de ir a Zaragoza es andando, y decides ir andando a Zaragoza. Yo te pregunto: ¿lo que querías era salir a andar o ir a Zaragoza? Tú lo que querías era ir a Zaragoza, pero pensabas que no había otra manera de ir (y que tú pensases que es la única, no significa que en realidad lo fuese). Con el suicidio pasa algo parecido, las personas no quieren morir, quieren dejar de sufrir, pero a veces piensan que con la muerte es la única manera de hacerlo (pero que yo piense en un momento dado que es la única manera, no significa que lo sea). ¿Y qué implicación práctica tiene esto? No es lo mismo pensar que una persona quiere morir y que por lo tanto yo no puedo hacer nada, que pensar que lo que quiere es dejar de sufrir, ya que con el sufrimiento podemos trabajar y encontrar la manera en la que la persona pueda dejar de sufrir o gestionar ese sufrimiento sin que tenga que morir. De hecho, las personas con pensamientos de suicidio por lo general se encuentran en una situación de ambivalencia: piensan en la muerte si su vida continúa igual, pero a la vez desean vivir si se produjesen cambios en su vida.
Como habrás podido comprobar, en función de cómo conceptualicemos un fenómeno, la relación de ayuda que estableceremos con la otra persona será de una manera u otra. No es lo mismo pensar que preguntar sobre el suicidio es desaconsejable, que si una persona lo dice es para llamar la atención y no lo va a hacer, que solo las personas con problemas que yo creo que son graves se suicidan y que como quieren morir, no hay nada que hacer; que pensar que preguntar a una persona le puede ayudar, que si lo verbaliza hay que tomar en consideración aquello que está manifestando y que es algo que se puede prevenir ya que la persona puede aprender a gestionar ese sufrimiento de otra manera. Esto nos recuerda que el suicidio no es algo inevitable, y que su prevención es una responsabilidad común a la que tenemos que hacer frente como sociedad, donde tanto tú como yo podemos ayudar.
Y recuerda:
Si quieres saber más sobre prevención del suicidio, sigue leyendo sobre el tema o asiste a formaciones como las que impartimos desde nuestro equipo. En @psicaraoficial te puedes enterar de todo lo que hacemos.
Si has perdido a un ser querido por suicidio, tienes derecho a poder hablar sobre ello y a sentirte escuchado. Puedes asistir a nuestro grupo gratuito de supervivientes (personas que han perdido a un ser querido por suicidio). Para ello contacta con nosotros o encuentra más información en www.psicara.com.
Si tienes pensamientos de suicidio, pide ayuda. Pide ayuda a un amigo, a un familiar, a tu médico de cabecera o a un psicólogo. También tienes recursos gratuitos y disponibles las 24 horas si lo necesitas como el 024 o el Teléfono de la Esperanza (717 003 717).
Porque la prevención del suicidio es cosa de todos y de todas y pequeños gestos pueden marcar la diferencia. Y para eso, tú eres importante.
Javier Ibáñez Vidal, psicólogo de PSICARA.
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