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LAS PREGUNTAS QUE NUNCA TE HAS HECHO SOBRE TUS EMOCIONES

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. La semana pasada se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental. Una celebración que sirve para poner a la salud mental en el centro de todas las miradas y para reivindicar su importancia para el bienestar de las personas. Una semana después, te invito a dar un paso más allá, hablando de algo tan vinculado a la salud mental como las emociones, pero a través de preguntas que estoy casi seguro de que nunca te has hecho. Créeme. Preguntas que darán lugar a reflexiones que te ayudarán a relacionarte mejor con tus emociones.


Comenzaremos este paseo con un pequeño juego. Te reto a que intentes anotar en un papel todas las emociones que se te ocurran en un minuto (si lo prefieres lo puedes hacer mentalmente). Tic-tac, tic-tac. ¿Cuántas has conseguido anotar? ¿5? ¿10? Seguramente estarán por ahí emociones como el miedo, la alegría, la tristeza, el enfado, el asco, la sorpresa, la vergüenza, el amor, la rabia o la culpa (aunque hay muchas más). Ahora te propongo que trates de dividir estas emociones en dos grupos. A ojo seguramente serás capaz de diferenciar dos tipos de emociones.


¿Lo tienes? Si es así, quizás hayas hecho una distribución parecida a la siguiente:

  • Grupo 1: alegría y amor (y quizás también sorpresa).

  • Grupo 2: miedo, tristeza, enfado, asco, vergüenza, rabia y culpa.

¿Qué nombre le darías a cada uno de esos dos grupos? Piénsalo un momento.


Me atrevería a decir que es bastante probable que hayas diferenciado estos dos grupos en emociones “positivas” y “negativas”, o en “buenas” y “malas”. Bien, si este es tu caso, has hecho una distribución similar a la que hace la gran mayoría de la población. ¿Pero qué connotación tiene la etiqueta de “negativas” o “malas”? ¿Qué pasará cuando experimentemos esas emociones? Categorizarlas de este modo nos lleva a pensar que sentir esas emociones es algo malo, lo cual aún carga de más malestar a esa experiencia emocional, que ya de por sí, suele ser desagradable. Pero que una emoción sea desagradable, no la convierte en negativa (lo cual te demostraré antes de terminar este artículo). Esta diferenciación que se suele hacer explica en parte por qué nos relacionamos tan mal con las emociones desagradables, ya que al habernos enseñado que es algo malo, las intentamos evitar por todos los medios. Pero querido lector, como bien sabes, la vida no es una línea recta, si no un camino con altibajos. Sin embargo, parece que a nivel social lo único que se nos permite es estar arriba de la montaña rusa, prohibiéndonos bajar. Parece que tengamos que estar siempre “felices”, lo cual es imposible, ya que en la vida ocurren cosas que nos afectan. Parece que vivamos en la “tiranía de la felicidad”, en la que la felicidad o las emociones agradables, en vez de ser algo que aparece por momentos, parece que sea una obligación.


Precisamente, la prescripción obligatoria de felicidad produce una mayor frustración y una mayor infelicidad, ya que parece que si estoy experimentando emociones desagradables, me juzgo por ello porque significa que algo estoy haciendo mal, y eso no es así. Lo único que significa es que eres un ser humano. Por eso, a partir de ahora hablaremos de emociones agradables y desagradables, en vez de positivas y negativas.


Si todavía no estás convencido de que las emociones no son buenas ni malas por sí mismas, te animo a que te pares a pensar en los pros (utilidades) y contras (limitaciones) de las siguientes emociones: tristeza, miedo, culpa y rabia. Estoy seguro de que te resultará mucho más fácil identificar las contras, por eso, para tratar de reflexionar sobre los pros, te pueden ayudar las siguientes preguntas ¿para qué sirve la tristeza? ¡Estoy casi seguro de que nunca te lo habías cuestionado! ¿Qué pasaría si no existiera? ¡Si no se te ocurre nada, yo te ayudo! ¡Vayamos emoción por emoción!


La tristeza.

  • Limitaciones: nos hace estar más apáticos y apagados, nos puede llevar a no estar interesados por las cosas y a ser pesimistas. Además, en ocasiones nos puede llevar a distanciarnos de los demás.

  • Utilidad: favorece la reflexión, nos ayuda a curar heridas emocionales y a valorar ciertas cosas. También es una precursora del arte (muchos artistas hacen grandes obras en momentos de tristeza). Además, nos ayuda a valorar más los momentos felices porque ¿podría existir la alegría sin la tristeza? Y activa el apoyo por parte del entorno, ya que ¿cómo es más fácil que te preocupes por mí e intentes ayudarme, si me ves alegre o si me ves triste?

  • ¿De qué nos informa? De las cosas que nos importan. Nos ponemos tristes por algo que ha ocurrido en aspectos que nos importan o que conectan con cosas que valoramos.


El miedo.

  • Limitaciones: a veces nos aleja de cosas que nos gustaría hacer, nos produce inseguridad e incluso nos puede llegar a paralizar.

  • Utilidad: imagínate que habría pasado si nuestros antepasados, al encontrarse con un oso enorme, no hubiesen experimentado miedo ¡habríamos desaparecido hace tiempo como especie! El miedo nos avisa de peligros que pueden aparecer y tiene una clara función para nuestra supervivencia. Además, los miedos pueden favorecer a nuestro crecimiento personal si aprendemos a superarlos.

  • ¿De qué nos informa? De que hay un posible peligro cerca y de que tenemos que actuar.


La culpa.

  • Limitaciones: yo suelo decir que la culpa es “la sal de las emociones”, en el sentido de que si tienes cualquier emoción desagradable, pero además te sientes culpable, todavía se potencia más ese sabor del malestar. La culpa nos puede anclar al pasado y producirnos muchas dificultades para descansar. Además, a veces nos sentimos culpables por cosas que no son nuestra culpa. Pequeña anotación: ¡sentir culpa no te convierte en culpable de nada!

  • Utilidad: nos impulsa a reparar el daño que hemos podido causar y nos ayuda a extraer aprendizaje de nuestros errores. Además, ¿qué pasaría en el mundo si no existiera la culpa? Seguramente sería un caos, ya que hay muchas cosas que no hago, porque luego me sentiría culpable, por lo que también nos ayuda a vivir en sociedad, ya que es una especie de regulador de la conducta social.

  • ¿De qué nos informa? De que quizás hemos hecho algo de lo que no nos sentimos muy orgullosos y quizás tenemos que actuar.


La rabia.

  • Limitaciones: nos produce mucha tensión y nos puede impulsar a actuar de una manera agresiva e impulsiva de la cuál luego nos podemos arrepentir y generarnos culpa. Pero ojo, no es la rabia la responsable de que yo actúe así, si no la manera que tengo yo de responder a esa rabia (esto es aplicable a todas las emociones).

  • Utilidad: nos ayuda a defendernos y nos impulsa a actuar. A su vez, nos sirve para establecer límites con otras personas.

  • ¿De qué nos informa? De que quizás se están sobrepasando nuestros límites o de que se está cometiendo alguna injusticia hacia nosotros.


¿Cómo podemos decir entonces que estas emociones son negativas, si nos ayudan a sobrevivir y a adaptarnos al entorno? Son desagradables, sí, pero no malas. Conocer cuál es la utilidad de estas emociones, nos puede ayudar a que cuando aparezcan nos preguntemos: ¿qué me está queriendo decir esta emoción? ¿qué me está impulsando a hacer? ¿cómo quiero responder realmente? ¡Puedes obtener una información muy importante para gestionar esa situación!


Aprender a relacionarnos con nuestras emociones y con lo que nos ocurre, es igual de importante que aprender a relacionarnos con los demás. Sin embargo, es una asignatura pendiente debido a que nos han enseñado a que está mal sentirnos de determinada manera, pero eso no es así. Por eso a veces cuesta encontrar respuestas a las preguntas que nunca te habías hecho sobre tus emociones.



Javier Ibáñez, psicólogo de PSICARA.


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