Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. El envejecimiento es un proceso con gran relevancia y especial impacto al tratarse de un fenómeno universal. Es por ello que este día queremos dedicarlo a hablar sobre la situación que algunos de nuestros ancianos y ancianas viven: el maltrato.
Antes de iniciar la lectura, me gustaría que reflexionáramos sobre un reciente vídeo viralizado por redes y televisión en el que dos jóvenes vejan a una anciana grabándola con un teléfono y publicándolo en sus redes. ¿Podríamos considerar este caso un maltrato?
La Organización Mundial de la Salud define el maltrato a las personas mayores como “aquella acción única o repetida, o la falta de respuesta apropiada, que causa daño o angustia a una persona mayor y que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza”. A ello se le debe añadir que para existir tal maltrato no es necesaria la intencionalidad de provocar ese daño, pues puede darse involuntariamente. Esta situación suele verse agravada cuando la persona mayor es dependiente a causa de una enfermedad cognitiva (por ejemplo, una demencia) puesto que los cuidadores pueden presentar una posible sobrecarga de trabajo que puede derivar en cualquier tipo de maltrato.
En este artículo queremos destacar las cinco principales tipologías, aunque su nomenclatura o cantidad puede variar en función de la autoría: físicos, psicológicos, económicos, negligencias y sexuales. En el grupo de físicos encontramos toda aquella lesión corporal como hematomas, quemaduras, errores en la medicación o pérdidas de peso inexplicables. Esta última podría formar parte también de la negligencia junto a abandonos de la higiene. Si nos fijamos en la parte psicológica es cuando encontramos el aislamiento de la persona anciana, emociones como el miedo y la ira, la baja autoestima o incluso casos de depresión. Finalmente, en un ámbito más económico podemos encontrarnos cambios repentinos del testamento o desconocimiento de la situación económica de la persona mayor.
Siguiendo con esta clasificación, y retomando el vídeo comentado anteriormente, ¿se observan suficientes signos indicadores? ¿cómo se detectan los malos tratos? En el caso de las personas mayores, resulta difícil al poder estar los malos tratos escondidos o camuflados por la propia víctima, cuidadores o la sociedad en general. No obstante, se han descrito múltiples signos que pueden hacernos sospechar de su existencia, siendo el principal, pero no confirmante, la queja de malos tratos por parte de la persona mayor.
En la víctima podemos observar miedo hacia la persona o personas encargadas de sus cuidados, manifestándose en ausencia de respuestas o cambios de conducta ante este, aunque en ocasiones pueda ser sustituido por un excesivo respeto hacia el cuidador o cuidadora. Añadido a ello, es común observar en la persona anciana un sentimiento de soledad, arrebatos de ira y una menor autoestima.
Si en contraposición pasamos a fijarnos en el cuidador, es muy probable que encontremos a una persona estresada o sobrecargada con escaso control propio (por ejemplo, se deja llevar por impulsos), aunque muy elevado con el anciano. Otra característica común de la persona agresora es la obstaculización del contacto entre el anciano o anciana y el profesional sanitario: el cuidador responde por el anciano o anciana y/o bloquea su respuesta, olvida las citas y/o se preocupa por los costes de determinadas atenciones. Todo ello, combinado con intentos de convencer a la persona mayor de no ser competente, crea una falsa fachada de culpabilidad para la persona de edad avanzada.
A nivel de sociedad, existen ciertas creencias estereotipadas sobre la vejez que pueden influir en las conductas de malos tratos o en su normalización. Estamos hablando del edadismo o de la discriminación por motivos de edad. ¿Cuántas veces habéis oído frases como “no le hagas ni caso que ya chochea”, “eso es cosa de la familia, mejor no meternos”, amenazas u otras frases lapidarias hacia este colectivo, sobre todo cuando no hacen o dicen lo que la figura cuidadora quiere?
Así pues, me gustaría que volvamos a reiniciar la lectura de este artículo hasta llegar a la reflexión e intentéis responder a esa pregunta inicial (¿podríamos considerar este caso un maltrato?) e incluso os aventuréis a pensar de qué tipo de maltrato podría tratarse (físico, psicológico, económico, sexual o negligente)
Antes de finalizar, y para todas aquellas personas interesadas en el tema, me gustaría hacer visible una guía publicada por el IMSERSO respecto a esta temática abierta al público en internet y que se puede encontrar en la página web del Colegio de Psicólogos de las Islas Baleares (http://www.copib.es/pdf/imserso-malostratos-01.pdf). Además, no podemos despedirnos sin antes destacar la gran labor que muchos cuidadores realizan día a día, dando el máximo de ellos y ellas y atendiendo a nuestros mayores con todo el amor que merecen. Y es que debemos recordar que aunque el paso de los años arruguen la piel, la dignidad debería mantenerse tersa.
Alberto Gracia Agudo
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