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LA PACIENCIA NO ES UN DON

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.


Cada vez estamos más sometidos a ritmos de vida frenéticos, tenemos mayores demandas que satisfacer y disponemos de menos tiempo. La sociedad actual nos sumerge en una cultura basada en la prontitud, la falsa productividad continua y la inmediatez (ya nos lo contaba hace unas semanas una de nuestras compañeras del equipo en este artículo). Queremos todo YA: interrumpimos conversaciones; tocamos el claxon cuando se pone el semáforo en verde y el coche de delante todavía no ha arrancado; resoplamos cuando un coche parado con los cuatro intermitentes bloquea la vía; refrescamos varias veces la página web si tarda en cargar un poco más de lo habitual; terminamos de hacer determinada tarea porque nuestro hermano/pareja/hija no la está haciendo como queremos, o incluso directamente la hacemos para evitar explicarle cómo se hace. Todo esto se ve acentuado con la integración de las tecnologías y las redes sociales en nuestro día a día, lo cual ha precipitado el surgimiento de nuevas formas de relacionarnos, que distan mucho de cómo lo hacíamos años atrás. ¿Quién se traga los anuncios de la televisión, teniendo plataformas online sin publicidad? Por no hablar de cómo nos sienta cuando enviamos un whatsapp y la otra persona nos deja en visto y tarda en respondernos más de lo habitual... Yo me incluyo en varios de estos ejemplos, ¿y tú?


Como diría mi madre, queremos todo: “llegar y engranar” y la vida no es así. Apenas dejamos espacio a la espera, y puede que nos agarremos todavía más fuerte a la falsa creencia de que “la paciencia es un don”. Pero dejadme deciros que NO, que la paciencia no es una virtud o un regalo divino que solo unos pocos afortunados tienen. Así que, en primer lugar, vamos a empezar por esclarecer este término. Deriva del verbo “pati”, que significa padecer, sufrir, tolerar y aguantar y se define como la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. Por esta razón, se asocia con la “pasividad”, dejando relegada a la persona en un estado de no hacer nada. En muchas ocasiones, la paciencia también se confunde con la “resignación”, es decir, con aguantar pese a todo las circunstancias que nos vamos encontrando a lo largo del camino. Un claro ejemplo de esto lo vemos en los procesos de duelo, tras rupturas de pareja o pérdidas de seres queridos. Esa típica frase de “ten paciencia, el tiempo todo lo cura”. No, el tiempo por sí solo no cura nada. El tiempo nos ayuda a tomar perspectiva. Pero en ese tiempo hemos de ser activos. Mientras estamos en esa “sala de espera”, mientras somos pacientes, estamos receptivos a indagar sobre lo que nos pasa y lo que estamos esperando conseguir. La paciencia es la habilidad de esperar desde la serenidad, no es un don, es una habilidad que todas las personas podemos entrenar.


El psicólogo austriaco Walter Mischel (década de 1960), realizó un experimento, “la prueba del marshmallow o los malvaviscos”, para estudiar la paciencia y el autocontrol en un grupo de niños de 4 años. El estudio consistía en explicarles a los niños que durante 15 minutos iban a quedarse solos en una sala en la que había una chuchería. Si en ese tiempo de espera se la comían, ya no tendrían más. Sin embargo, si esperaban a que el profesor volviera, tendrían un puñado de chucherías. Los resultados del estudio desvelaron que aproximadamente un tercio de los niños se comía la chuchería inmediatamente; otro tercio era capaz de esperar, pero no los 15 minutos completos; y, un último tercio esperó los 15 minutos completos y, por tanto, comió más chucherías. Años más tarde estudió la evolución de estos niños y descubrió que el tiempo que el niño esperaba a comerse la chuchería y, por tanto, retrasaba la gratificación, era un buen indicador de su vida futura: aumentaban su rendimiento académico, su funcionamiento social y cognitivo, la persistencia en la consecución de sus objetivos, y se adaptaban mejor a la frustración y al estrés. Tras estas conclusiones, se continuó investigando la existencia de dos modos de procesamiento: uno emocional, simple y rápido; y otro complejo, reflexivo y lento.


Parece que hay motivos que nos invitan a reflexionar sobre nuestra paciencia. Y ahora yo te pregunto ¿crees que te dejas llevar por las urgencias de los demás, de la sociedad o de tus propios “debería”? Yo le he dado vueltas a esto y he concluido que sí. Que muchas veces soy impaciente y quiero tener las cosas ya. Tengo un viaje planeado y quiero estar ya allí. Estoy estudiando y quiero que llegue ya el momento de tener mi título. Hago deporte y quiero ver ya los resultados. Y me he dado cuenta de que funcionando así… me pierdo el disfrutar por el camino. Me pierdo estar presente en los preparativos de ese viaje, en las clases de ese curso y en el entrenamiento. Pero en estos dos últimos casos, hay un pequeño matiz que merece una mención especial: ese título o ese cambio físico, esos resultados no van a llegar solos. Voy a tener que peleármelo, invirtiendo tiempo, esfuerzo y dedicación. Y para eso se necesita constancia y perseverancia. Pero a veces, esa impaciencia nos puede llevar incluso a abandonar lo que tenemos entre manos, a desistir de nuestro objetivo por haberse cruzado en nuestro camino, por ejemplo, la frustración.


La capacidad de aplazar las recompensas y vencer la impulsividad permite conseguir a largo plazo metas mucho más valiosas. Lo bueno de todo esto, es que una vez identificado, estamos a tiempo de entrenarlo y cambiar nuestro patrón. Ser pacientes nos ayuda a disfrutar más del presente, a no ser esclavos de la inmediatez a la que nos vemos sometidos a diario.


¿Qué puedes hacer para entrenar esta habilidad? Puedes empezar por tomar conciencia preguntándote ¿en qué momentos, con qué personas, con qué actividades suelo perder la paciencia? Si los tenemos identificados, podremos pensar qué hacer para anticiparnos y prevenirlos. También puedes dedicar tiempo a no hacer nada. Sí, nada productivo, solamente observar, aunque a priori pueda parecerte que estás perdiendo el tiempo, tolerar estos momentos nos ayudará a arrancarnos esa losa de funcionalidad permanente.



Jessica Esteban Arenas, psicóloga de PSICARA




Referencias bibliográficas:


Avilés, C. (2022). Sobre la paciencia. El Búho: Revista electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía, (23), 19-27.


Mischel, W., Shoda, Y., & Rodriguez, M. L. (1989). Delay of gratification in children. Science, 244(4907), 933-938.


Ramírez, P. (2020). Cómo entrenar la paciencia. Patri Psicóloga. https://www.patripsicologa.com/como-entrenar-la-paciencia/


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