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LA CODEPENDENCIA EN FAMILIAS CON UN MIEMBRO CON DROGADICCIÓN

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.

 

La adicción a sustancias es una problemática social de gran envergadura que tiene repercusiones, además de en la salud física y psicológica de la persona consumidora, en el resto de las esferas de su vida: profesional, económica, laboral, académica, social, etc. Inevitablemente, esta problemática también se relaciona con dificultades en la red familiar, por lo que se habla de la existencia de un vínculo importante entre el consumo de sustancias y el funcionamiento del sistema familiar. En esta línea, diversos autores se han interesado por estudiar el protagonismo central que tiene la familia, tanto en las dinámicas que desencadenan o mantienen la adicción, como en sus posibles soluciones. De esta manera, tomando como marco de referencia el modelo biopsicosocial, según el cual varios factores en interacción (biológicos, psicológicos y sociales) son los implicados en el desarrollo de la drogadicción, se han propuesto intervenciones eficaces que plantean el tratamiento de los problemas familiares como uno de los factores de cambio en este ámbito.


Por lo general, la familia, con toda su buena intención y su desconocimiento sobre cómo manejarse con esta problemática, sin quererlo (ni darse cuenta), se comporta y tiene unas actitudes con el familiar con adicción de una manera que no le ayuda y, es más, esa manera favorece el mantenimiento de la adicción. Abro paréntesis para aclarar que, con esto, no quiero decir que los familiares sean los responsables del consumo; sino que, desde el afrontamiento de la situación, muchas veces desde el dolor, la rabia, el autocastigo, la culpa… no contribuyen en la mejora de la situación, es decir, que en lugar de obtener el resultado esperado, obtienen el contrario. En estos intentos por solucionar el problema, los familiares pueden establecer relaciones de codependencia. En este artículo vamos a dar unas pinceladas generales sobre este tema con el fin de acercar a la población general el día a día de muchas familias en esta situación.


Estas relaciones de codependencia se dan cuando el familiar se involucra de tal manera que deja de vivir su vida para vivir la del miembro con adicción, existiendo una preocupación excesiva por éste. La persona codependiente, bien sea hermano/a, madre/padre, pareja, hijo/a…, no sabe dónde termina ella y dónde empieza el otro. Tiende a perder la propia identidad, pudiendo llegar hasta no distinguir sus propios deseos, aspiraciones e incluso habilidades. Se dedica a acompañar, cuidar, controlar y salvar a la persona con adicción, hasta el punto de vivir por y para ella, pudiendo perder el control de su vida y sus límites. Escuché a un padre de un joven con adicción al cannabis que establecía un paralelismo que puede ayudarnos a entender esto: “Yo siento que esto es como si viviera una simbiosis con mi hijo. He dejado de hacer todo lo que yo hacía para estar pendiente de él, para vivir su vida y me estoy dando cuenta de que estoy perdiendo la mía”. 


A continuación, os traigo un caso real, del cual he modificado los datos personales para que no haya posibilidad de identificación. Me gustaría que, por un momento, nos pusiéramos en la piel de Marisol. Marisol, es una mujer de 60 años, ama de casa, casada y con dos hijos: Víctor y Andrés. Víctor es quien recibe toda la atención del resto de la familia, especialmente toda la de Marisol. Víctor es un joven de 32 años que tiene una adicción a la cocaína y al juego, tiene una pérdida de control absoluta sobre su consumo desde hace unos 5 años, todo lo que gana se lo gasta en ello y ahora mismo nada le importa más que estar metido en esto. Si fuéramos Marisol ¿acaso no querríamos salvar a nuestro hijo y ayudarle a reconducir su vida para que pueda tener una vida digna? ¿Acaso no sentiríamos miedo si nos dijera que le ayudáramos a pagar la deuda que tiene porque sino le van a pegar una paliza? Ante el miedo y la preocupación puede que, como Marisol, decidiéramos dejarlo todo y buscar la manera posible de conseguir ese dinero para evitarle esa paliza. Y puede que también se lo ocultáramos a nuestro marido. Y eso nos trajera discusiones y conflictos… Pero ¿y si siempre este hijo busca que le rescatemos? ¿Y si siempre es esta la manera de solucionar sus problemas? ¿Acaso así estaría asumiendo las consecuencias? ¿Le estamos ayudando si siempre le estamos amortiguando el golpe? 


No es habitual que los familiares codependientes se den cuenta por sí mismos de que están facilitando el problema, en parte por la negación y en parte porque están convencidos que su conducta está justificada, debido a que están ayudando a que la persona con adicción no se deteriore más, y a que la familia no se desintegre. Generalmente, suelen tener la necesidad de control. Por ejemplo, recuerdo el caso de una mujer que consumía cocaína con su marido porque así controlaba más, y decía “prefiero que mi marido consuma conmigo porque si él se marcha y consume fuera, va a consumir más”. Suelen tender a culparse del problema, es común escuchar frases del tipo: “es que no he sabido cortar esto a tiempo” o “es que si le hubiera quitado la tarjeta de crédito entonces….”. Su bienestar suele depender de cómo esté el miembro con adicción. En este contexto es habitual la frase “si él está bien yo estaré bien, si él está mal… yo estaré mal también,”. También tiene implicaciones para la persona adicta: fomenta poca implicación o validez por parte de ésta, no permite que avance por sí misma o asuma las consecuencias de sus actos. 


Las relaciones familiares y la comunicación se van haciendo cada vez más disfuncionales, lo que propicia el encubrimiento y la justificación de la conducta del adicto, ya que se caracteriza por falta de claridad, siendo indirecta y confusa. Siguiendo con el caso de Marisol, ella relataba: “A mi marido Paco siempre le he tapado todo lo que hacía Víctor… pues que consumía en casa, que también vendía, que tenía multas que pagaba yo, que empeñó el sello de mi suegro, que en paz descanse, y que tiene un valor sentimental muy grande para Paco, de hecho, él todavía se piensa que está en una caja guardado…. Yo intentaba por todos los medios que él no se enterara de todo lo que estaba haciendo, y eso que mis hermanas me insistían en que no podía seguir así… si les hubiera hecho caso… hasta ellas ya han llegado al punto de decirme que no les cuente nada porque sino van a ser ellas las que hablen con Paco. Yo no le decía nada a él porque es que si se enteraba… ya cuando se enteró de alguna cosa suelta se lió una en casa, que madre mía… mi marido echaba a Víctor a la calle, nosotros discutíamos, luego Víctor buscándose la vida de cualquier manera, yo desesperada sin saber dónde estaba, un sin vivir…. mi hijo pequeño, Andrés, pues el pobre hacía lo que podía, yo intentaba que no se enterara de nada, pero cuando se liaba de esta manera pues era inevitable, también ha sufrido mucho…”.


En vidas como la de Marisol, todo suele girar en torno a la persona con adicción (ojo! no en todas las familias con esta problemática sucede esto); sobre ella recae toda la preocupación familiar, sobre ella está puesto el foco del bienestar o malestar familiar, y toda la energía está depositada en la recuperación de este miembro. Pero, el resto de los familiares suelen ser los grandes olvidados. ¿Quién se preocupa por ellos? ¿Y de Marisol? ¿Quién les cuida? ¿Quién les enseña a manejarse con un adicto? Ellos también necesitan un espacio de ventilación emocional, de liberación y expresión del malestar. Necesitan ayuda para entender esta problemática; para identificar sus patrones de relación, sus límites, su comunicación, etc., en definitiva, identificar qué cosas de las que están haciendo mejoran el problema y cuáles lo alimentan, para a partir de ahí, poder cambiar. 


Si siempre damos la misma respuesta al mismo problema, siempre vamos a tener el mismo resultado. 


Jessica Esteban Arenas, psicóloga de PSICARA

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