Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.
Hoy quiero dirigirme a ti. Sí, a ti, que llevas una mochila cargada con experiencias, responsabilidades y, a veces, dolores que se sienten insuperables. Quiero hablarte con cercanía, como psicóloga y también como ser humano, porque entiendo que la vida no siempre es sencilla y que el sufrimiento es parte inherente de nuestra existencia humana.
A menudo, cargamos esa “mochila” con expectativas irreales, miedos que no hemos afrontado aún y una autoexigencia que no siempre nos permite respirar o que, incluso, a veces nos resulta paralizante. Sin darnos cuenta, esos pesos nos desconectan de lo esencial: nuestra humanidad compartida y la capacidad de encontrar serenidad en medio del caos.
Al igual que un barco que se prepara para enfrentar las aguas, necesitamos cuidar nuestra “mochila emocional”. Si esa carga se vuelve demasiado pesada, puede desbalancear nuestro barco, haciendo más difícil maniobrar ante las tormentas. Es, por ello, importante aprender a soltar lo que identifiquemos como innecesario y fortalecer nuestro interior para mantener el equilibrio.
En esta travesía llamada vida, todos somos navegantes en un vasto mar. Nuestro barco, con la envergadura y recursos con los que hayamos podido enriquecerlo, surca aguas tranquilas y también tempestades. Tú tienes el timón en tus manos, pero a veces la tormenta parece tan fuerte que puede que acabes creyendo que no podrás dirigirlo. En esos momentos, es fácil caer en el autocastigo, diciéndote cosas como: “debería hacerlo mejor” o “soy un fracaso”. Sin embargo, esas palabras no calman las olas, tampoco nos enseñan otro camino, ni nos ayudan a ver qué necesitamos. Al contrario, hacen más pesada nuestra mochila y nos alejan del puerto seguro que tanto anhelamos.
Es por ello que te animo a hacer un alto en el camino y sopesar el valor que podría tener hablarte con la misma amabilidad con la que, seguramente, consuelas a un amigo al que aprecias. ¿Has notado cómo cuidamos a los demás con ternura y dedicación, pero nos descuidamos a nosotros mismos sin pensarlo dos veces? Nos exigimos tanto que olvidamos que para estar bien con los demás primero debemos estar bien con nosotros mismos. Y hay a quién le sorprende escuchar esto, porque seguramente no ha reparado o nadie le ha confesado el poder que emana el bienestar de uno mismo en su entorno. ¿Cómo te diriges a tu madre el día que te levantas con energía y ganas de afrontar lo que tienes por delante? Tal vez te veas diciéndole “buenos días” con una sonrisa y dándole un abrazo. Sin embargo, ¿sucede lo mismo cuando ya percibes el estrés en tu cuerpo y mente de solo pensar en lo que tienes que hacer hoy, cuando ni siquiera ha sonado aún el despertador?
La actitud con la que afrontamos dicha travesía, tanto en sus tempestades como en su calma, también influirá de forma significativa en cómo nos encontremos en nuestro presente. Piensa, ¿te sientes movido por la inercia o te estás dirigiendo hacia aquello que hoy, 19 de febrero, es valioso para ti?, ¿eres capaz de sentir la ilusión, el orgullo, la motivación al reflexionar en tu momento actual, a pesar de que puedan pulular otras emociones desagradables como la pereza, el miedo, la incertidumbre…?
En este camino, también es crucial conocer nuestros valores. Ellos son las estrellas que guían nuestro barco en la oscuridad. Al hilo de las preguntas anteriores, te invito a que dediques un momento a reflexionar sobre lo siguiente: ¿Qué es importante para ti en estas circunstancias vitales que estás atravesando?, ¿qué valores representan el que sería tu “faro” ahora mismo, al que seguir ante la incertidumbre?, ¿qué decisiones estás tomando o aún no has tomado que reflejarían estos valores que se encuentran dando luz a tu camino? Vivir de acuerdo a nuestros valores nos da dirección, incluso cuando el mar está agitado.
También quiero dedicar un espacio a hablarte de la importancia del diálogo interno, ya mencionado anteriormente. Sí, tienes conversaciones contigo constantemente; y esto, no sólo es totalmente normal, sino también necesario. Ahora bien, las palabras que usas para dirigirte a ti mismo construyen o desgastan el barco que te sostiene. Cuando te hables, pregúntate: “¿Esto me ayuda o solo me hace daño?” El cambio empieza por reconocer que, insisto, eres humano y, como tal, imperfecto pero valioso. Aceptar que el sufrimiento es una parte natural no significa resignarse, sino encontrar fortaleza en el hecho de que no estamos solos en nuestras luchas.
Hoy, te pido que mires tu interior con amabilidad. Permítete soltar el peso del autocastigo y tomar las riendas con más compasión. Encontrar calma en tu fortaleza interna significa reconocer que posees la capacidad de afrontar aquello que venga, bien solo o con una mano amiga. Tu resiliencia y autocuidado pueden ser ese ancla que te sostengan incluso en los momentos más desafiantes. Tú tienes el poder de dirigir tu barco, de navegar hacia un lugar donde te sientas pleno y seguro. El viaje no siempre será fácil, pero recuerda: no estás solo en este mar y, además, puedes encontrar calma en tu propio interior.
Carla Barros, Psicóloga en PSICARA
Comments