Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy vamos a ser mediadores entre dos “Tús” pero antes… ¿eres más de ángeles o de diablos?
Imagina, por un momento, a dos personajes en tus hombros, uno con alas y aureola y el otro con cuernos y cola. El ángel te susurra al oído que vivas cada día como una aventura, que persigas tus sueños, hagas lo que amas y tomes decisiones. Mientras tanto, el diablo te incita a rendirte a la apatía, a aplazar tus metas, a ceder ante la comodidad del presente y a evitarlo todo. ¡Se armó la guerra! Y quedas atrapado en la trinchera de una indecisión paralizante.
¿Alguna vez has pensado “estoy malgastando mi vida”? Explora esa sensación de “dejar pasar” el tiempo. Es probable que estés viviendo una lucha entre el deber y el deseo o, incluso, ni siquiera sea un deseo. Simplemente no sabes en qué momento has acabado en esa trinchera. ¡Incluso hay otras opciones! Puede que te estén rondando preocupaciones sobre si estás aprovechando al máximo tu existencia. Siento fastidiarte la película, pero no creo que haya nadie a quien no le haya pasado alguna vez, independientemente de que seas adulto, adolescente, anciano o la edad que tengas.
“Pues vaya ******, ni siquiera sé por qué ocurre esto.”. Una de las razones principales por las que las personas sienten que malgastan sus vidas es la falta de claridad en cuanto a sus objetivos y valores personales. Cuando no tenemos una dirección clara, es fácil caer en la rutina y permitir que los días pasen sin un propósito definido. Además, la comparación con los demás y la presión social pueden llevarnos a perseguir metas que no nos satisfacen realmente, lo que aumenta aún más nuestro sentimiento de vacío y arrepentimiento. Digamos que la claridad (o falta de esta) de esos objetivos y valores personales van a funcionar como las plumas de las alas de esos angelitos y diablitos. Cuanto más claros los tengas y te dirijas hacia ellos, más fuerza le das al plumaje del ángel; y viceversa.
Por otro lado, el miedo al fracaso y a la incertidumbre puede paralizarnos, impidiéndonos tomar decisiones arriesgadas, pero potencialmente gratificantes. “¿Qué pasará? ¿Y si ‘meto la pata’? ¿Y si no es lo que quiero?”. Optamos por la seguridad de lo conocido en lugar de aventurarnos en lo desconocido, lo que nos lleva a conformarnos con una vida que no nos llena por completo. Siguiendo con la metáfora, los “y si…” funcionan como unos seguratas del bando del “diablillo de tu hombro” que en la puerta de la trinchera intentan evitar que salgas de ella. “¡Así no te pasará nada malo!” te dirán para convencerte de estar en el lugar correcto. Pero probablemente tampoco te pase algo bueno…
“¡Qué catastrofismo más innecesario!” ¿Tú crees? Bueno, que no cunda el pánico. Es lógico que al “intentar salir de la trinchera” se genere miedo. Afortunadamente existen factores protectores que pueden ayudarte a superar este sentimiento de malgasto de tiempo. La autoconciencia y el autoconocimiento son fundamentales. Tomarse el tiempo para reflexionar sobre nuestras metas, valores y pasiones nos ayuda a establecer una dirección clara en la vida y a tomar decisiones más alineadas con nuestro verdadero ser.
El apoyo social también desempeña un papel crucial. Contar con personas que nos apoyen incondicionalmente y nos animen a perseguir nuestros sueños puede brindarnos el impulso necesario para superar nuestros miedos y tomar medidas hacia una vida más satisfactoria. ¡Te voy a fastidiar la película nuevamente! No tienes que esperar a que la ayuda aparezca… No siempre va a haber misioneros que vayan a ayudarte a salir de la trinchera y “noquear” al segurata si tú no lo pides. Recuerda que los términos valiente y cobarde aquí no nos valen: ni se es “valiente” por afrontar las cosas solo ni “cobarde” por pedir ayuda.
El objetivo no deja de ser reforzar nuestro “angelito interior”. Esto implica conectar con nuestras emociones y deseos, y actuar en consecuencia; y lamento decir que no suele ser “pan comido”.
Supongamos que has escapado de la trinchera, y te toca equiparte para la batalla contra el diablillo. ¿Exploramos la armería?
Primero vamos a protegernos la cabeza. Un yelmo de tus metas y valores servirá. Tómate el tiempo que necesites para reflexionar sobre lo que realmente quieres en la vida y qué es importante para ti. Establece metas realistas y significativas que te inspiren a tomar acción, sin culpa en caso de tener que romper con las metas y valores que creías tener previamente.
¿Seguimos bajando? Ahora el pecho y para ello una cota de malla hecha con apoyo social. Ya lo avanzaba anteriormente pero no tengas miedo de pedir ayuda cuando la necesites. Ya sea a través de amigos, familiares o profesionales de la salud mental. Buscar apoyo puede hacer que el viaje hacia una vida más plena sea mucho más llevadero. Recuerda que a veces solos se llega más rápido pero acompañados se suele llegar más lejos; y esto es un maratón sin meta.
Finalmente, pasemos a la parte inferior del cuerpo: falda y grebas de gratitud. Aprecia las pequeñas cosas de la vida y agradece por lo que tienes en el momento presente; vale desde tomarte tu café dándote la luz de sol hasta el hecho de tener una casa en la que vivir. La gratitud puede ayudarte a encontrar significado y propósito incluso en los momentos más difíciles.
¡Ya estamos armados! ¿Intentamos superar el miedo al fracaso? Venga, tomemos pequeños pasos hacia adelante en el camino, por abrumador que pueda parecer. Cada paso cuenta cada día, por pequeño que sea. Acepta que el fracaso es parte del proceso de crecimiento y aprendizaje. Aunque suena a tópico, en lugar de verlo como una derrota, míralo como una oportunidad para aprender y crecer. ¡Además llevamos protección!
Recuerda, que el tiempo es un recurso valioso y, en palabras de Tanxugueiras y Valeria Castro en su canción “Hoxe, mañá e sempre”: “Si algún día se queda la pena en el pecho, tiene que ser suficiente con lo que ya he hecho. Tiene que dar con lo que hay en el fondo del alma que es la que hoy, mañana y siempre mantiene la calma.”.
Alberto Gracia, psicólogo de PSICARA
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