Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy vamos a dar pequeñas pinceladas a un gran tema: la frustración en la infancia, algo que preocupa a muchas personas adultas en la crianza de sus hijos e hijas.
En primer lugar, la frustración surge de no conseguir lo que queremos: “ver un rato más la televisión”, “estar más tiempo con el móvil”, “no comprarme eso que me apetecía del supermercado”, etc. Estos enfados son normales, no se pueden evitar. Unos niños lo hacen de forma más explosiva que otros, pero como adultos tenemos que enseñarles a regular esta emoción.
Es importante distinguir entre dos conceptos, por un lado, está la emoción y por otro lado está la conducta. Las emociones y sensaciones corporales acordes a la misma (aumento de la respiración, del ritmo cardíaco, tensión muscular, calor corporal, etc.), no las podemos evitar, se dan porque tienen una función. Es normal sentir enfado porque eso nos indica que algo no va bien y que tenemos que movilizarnos para defender nuestra posición. Sin embargo, la conducta sí que es modificable, y la forma de comportarse es la enseñanza que las personas adultas tenemos que ofrecer a los niños. Es decir, sentir frustración cuando se les ha acabado el tiempo de televisión es normal, pero en la conducta de pegar, insultar o mostrar estallidos de ira desorbitados, tiene que entrar el papel como adultos de enseñarles alternativas con el fin de encontrar la calma y enfrentarse a la frustración.
La diferencia entre el adulto y el niño es que simplemente tenemos más entrenamiento porque nos ha tocado enfrentarnos a más situaciones que nos han generado frustración. Como adulto que puedes estar leyendo esto, ¿no te enfada tener que quitarte la serie o programa que estás viendo para irte a trabajar? ¿Qué sientes cuando la conexión Wifi deja de funcionar y no puedes trabajar o ver el video que estabas viendo? Claro, sentimos enfado y frustración, calor corporal, aumento de la respiración, etc. Esto es similar a los menores, la diferencia reside en nuestra conducta, ya que solemos tener más herramientas para calmarnos y buscar alternativas.
Los niños y niñas están experimentando la frustración, y su intención es quitarse esa sensación desagradable que genera la frustración y conseguir lo que quieren, ¿cómo? Aquí dependerá de las herramientas que hayan desarrollado, “si sé que llorando suelo conseguir lo que quiero, lloraré”, “si lo consigo enfadándome y tirándome en el suelo del supermercado, lo haré”. Para ello es importante preguntarnos lo siguiente, ¿qué te genera a ti ver a tu hijo/a con frustración o en un estallido de ira? Es probable que te despierte sensaciones desagradables, quizá…
Sientas enfado y una sensación de “estoy perdiendo el control sobre mi hijo/a”.
Vergüenza “está viendo todo el mundo como mi hijo/a se tira en el suelo”
Miedo a no estar haciéndolo bien “van a pensar que soy mal padre o mala madre”.
Las personas adultas tenemos nuestra propia mochila y eso implica que tendremos más o menos herramientas para gestionar estas situaciones. La emoción del enfado, la vergüenza y el miedo socialmente se clasifican en “emociones negativas”, ¿queremos algo negativo? No. ¿Qué hacemos con esa sensación entonces? A veces, quitárnosla. Y ante la frustración de un niño o niña en ocasiones esto se traduce en no poner el límite o no mantenerlo.
Hago un pequeño paréntesis, al padre o madre que esté leyendo esto:
Las personas adultas también somos humanas, no sabemos siempre cómo gestionar las emociones, por supuesto. No se trata de hacerlo perfecto, si no de entender qué emociones nos despiertan nuestros hijos/as para poder calmarnos y ayudarles a gestionar las suyas.
Cuando un niño/a siente frustración, lo que va a tratar de hacer es evitar esa sensación y luchar por lo que quiere, si nos fijamos en esto, es bueno que intenten tener lo que quieren, es una reacción normal, ¿Qué ocurre? Si consiguen esa gratificación inmediata siempre, esto generará que tengan menor tolerancia al estrés, baja gestión emocional, y de esta forma entramos en una espiral en la que no aprenden nunca y cada vez que se enfrentan a la frustración, más van a tratar de evitarla. ¿Qué tenemos que hacer como adultos? Intentar cortar esa espiral y en lugar de que siempre consigan eso que quieren, ponerles límites y acompañarles a calmar su emoción y buscar alternativas.
Un ejemplo muy común es esa frustración que manifiestan cuando se les acaba el tiempo con algún dispositivo electrónico, ya sea Tablet, móvil, televisión… En estas situaciones en primer lugar es importante avisarles del tiempo que van a disponer “te dejo estar media hora con la Tablet”. Si son muy pequeños podemos indicarles “cuando la aguja del reloj esté en el 6, se acaba el tiempo de Tablet”. También podemos introducir un reloj de arena o un temporizador que les marque el fin. Cuando llega el momento de dejar el dispositivo y muestran enfado, tenemos que mantener el límite, desde la calma verbalizar cómo se sienten y darles alternativas: “es normal que te enfade cariño, pero ya habíamos acordado que tenías media hora, mañana podrás tener otro rato de Tablet si quieres, qué te parece si ahora jugamos a algo, vamos un ratito a pasear, etc.”
Como adultos tenemos que saber que es importante poner límites y también mantenerlos, siempre acompañándoles para que se calmen y ofreciéndoles alternativas para que puedan elegir.
Lo que un niño puede hacer hoy con ayuda, será capaz de hacerlo por sí mismo mañana.
Lev Vygotsky.
Nuria Latorre Latorre, psicóloga de PSICARA
Enhorabuena por el post, muy bien explicado y muy actual. Acabo de descubrirlos, a leerlos todos ;) Gracias!