Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Para iniciar el artículo de hoy te lanzo una pregunta, como persona adulta, ¿crees que tienes más o menos miedos que en tu infancia? Y, ¿cómo gestionas esos miedos?
En primer lugar, vamos a partir de cuál es la función que tiene el miedo. Como se ha explicado en otras ocasiones en esta sección, todas las emociones tienen su función, y la del miedo es protegernos de todos los peligros. Parar antes de cruzar una calle, pensar qué vamos a decir a una persona importante tras una discusión, mirar el cielo antes de salir de casa y coger el paraguas, o asegurar con cerrojo la taquilla del gimnasio, son ejemplos muy diferentes, pero cuyo denominador común es el miedo. Miedo a que nos atropellen, a perder a esa persona importante, a mojarme si llueve, o a que puedan robarme. Nos está protegiendo, está siendo una emoción útil.
A pesar de los ejemplos cotidianos que he mencionado, en ocasiones seguimos pensando que el miedo y las inseguridades son aspectos más propios de nuestra etapa infantil. Pues bien, más allá de los ejemplos diarios en los que actúa el miedo, en otras ocasiones, también como adultos, seguimos llevando un niño o niña en nuestro interior. La persona adulta en la que nos hemos convertido se ha formado con las experiencias y entornos que hemos vivido a lo largo de nuestra vida y, a día de hoy, la parte niño/a que tenemos es una voz que está en nuestro interior. Esta voz se inicia en muchas ocasiones con, a quien yo denomino “el señor Isidoro y la señora Isidora”. Estos personajes a los que me refiero son nuestros “y si…”
Como adulto, ¿qué “y si...” identificas en tu vida? Quizá puede ser un “y si a mi hijo/a le pasa algo”, “y si no funciona la conexión Wifi para la reunión del trabajo”, “y si no llueve y tenemos otro año de poca cosecha”. Al leer estas suposiciones, ¿te han generado la misma intensidad de miedo todos los ejemplos? Es probable que haya dependido de lo que a ti te afecte más, si no tienes hijos/as y sueles teletrabajar, quizá no te ha influido el primer ejemplo tanto como el de la conexión Wifi, así como si te dedicas a la agricultura o similares, el último ejemplo puede que te haya removido algo más.
Siendo conscientes de que a cada persona se nos remueven diferentes cosas, ¿sabes cómo calmar esos miedos que te desregulan?
Cuando tenemos el “y si” presente, estamos con esa parte niño/a activada, y aquí entra en juego lo que nos vamos diciendo como adultos. ¿De qué depende esto? Precisamente es donde entran en juego las experiencias y entorno en el que nos hemos desarrollado en la infancia. Los referentes adultos que han marcado nuestro desarrollo han tenido el papel de introducir esa voz interna que aparece cuando está presente el miedo. Dependiendo de lo que hayamos vivido, puede que esta voz nos genere calma o no.
Si bien es cierto que la educación emocional no es algo que haya estado nunca presente en nuestra sociedad, cada adulto vamos con una mochila a nuestras espaldas, lo cual sin darnos cuenta podemos transferir a nuestros hijos/as, así como los adultos presentes en nuestro desarrollo pudieron transmitirnos a nosotros. No podemos volver a nuestro pasado, pero sí podemos hacer conscientes nuestras inseguridades y miedos actuales, así como qué nos decimos cuando esto aparece.
Con el fin de hacer esto más consciente, voy a tratar de guiarte mediante un ejemplo muy presente en la actualidad: miedo a la soledad. Imaginemos que aparece un “y si me quedo solo/a”, y a este miedo le contestamos con un bucle infinito de posibilidades “nadie me querrá, no tendré en quien apoyarme, no seré nunca feliz…” o, podemos contestarnos con autocrítica: “deberías de haber hecho las paces con X persona, tendrías que tener más habilidades, no deberías de ser tan pesado...”. En la primera forma de contestarnos seguimos con ese miedo presente, en bucle, y en la segunda, además de sentir ese miedo, nos estamos criticando por todos los fallos que comentemos. En ninguna de las dos opciones hay una voz que genere calma. ¿Te has podido sentir identificado/a en alguna? Es normal que aparezcan estas voces también, lo importante es reconocer qué nos estamos diciendo a nivel interno.
En el ejemplo anterior de la soledad, ante un “y si me quedo solo”, imaginemos que contestamos con una voz que genera calma, recordando a quién tenemos a nuestro alrededor, qué destrezas o habilidades personales tenemos, etc. ¿Hay algún cambio? En esta ocasión se introduce un discurso interno que genera seguridad y calma, exactamente lo mismo que tratábamos de buscar en nuestra infancia cuando algo nos daba miedo.
Como adultos no dejamos de tener miedos, la diferencia con nuestra infancia es que su contenido ha cambiado y que ahora, además de la red de apoyo con la que podemos
contar, nosotros mismos jugamos un papel importante con nuestra voz interior y, esa conquista del miedo tal y como dijo Nelson Mandela:
“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”
Nuria Latorre Latorre, psicóloga de PSICARA
Comments