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CONSTRUYENDO UN REFUGIO: UN "BUEN AMOR" EN EL SIGLO XXI

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. ¿Qué es más importante en una relación romántica: el afecto, la confianza, el respeto o el sexo? Esta es la pregunta que una compañera lanzaba con curiosidad ante nuestras respuestas, después de leer un artículo publicado en redes sociales. Y también la que me lleva a hablar hoy del amor. 


En la era digital, donde las conexiones se inician con un "swipe" (o, lo que es lo mismo, deslizando con el dedo a la derecha o izquierda) y las conversaciones dan comienzo con un simple emoji, las relaciones románticas, irremediablemente, adquieren nuevas dimensiones. Sin embargo, a pesar de los cambios tecnológicos y culturales, las bases de una relación sana y duradera siguen siendo las mismas. Siendo esto así, ahora te pregunto yo a ti: ¿qué hace que una relación romántica del siglo XXI sea satisfactoria y perdure en el tiempo?


Una conexión real; inicio de un proyecto común


En la actualidad, tanto las redes sociales como las aplicaciones de citas nos dan la oportunidad de conectar, no solo con nuestro entorno, sino también con personas fuera de nuestro círculo que, tal vez, de otra manera no habría sido posible. Sin embargo, esto tampoco asegura que dicha conexión sea “real”, ya que ponernos nombre, cara y cruzar varios mensajes donde dejemos entrever nuestras intenciones no expresa quiénes somos, qué nos ilusiona, hacia dónde nos dirigimos, qué tememos, qué anhelamos… ¿Puede darse una conexión auténtica sin algo de esto? Abrirnos, expresarnos emocionalmente, mostrarnos con nuestras vulnerabilidades, interesarnos por el otro y pararnos a escucharle, hace que, independientemente de encontrarnos en una app o en medio de un bar, las claves sigan siendo las mismas a la hora de generar una verdadera conexión.


La confianza con respeto; los cimientos


Cuando hablamos de estos cimientos, no podemos reducirlos simplemente a la posibilidad de una infidelidad, puesto que esto alberga, más allá de eso, una gran gama de matices a considerar que cuidan de la misma manera la relación y determinan el funcionamiento y dinámicas que se instauran en ella. La forma en la que nos hablamos debe ser tan cuidada como lo sería hacia cualquier otra persona; no todo vale por “tenernos confianza”. De hecho, ambos conceptos también hablan de compartir, de dejar claras nuestras intenciones, de lealtad hacia los compromisos establecidos, de mostrar una gran sensibilidad ante las vulnerabilidades del otro, de validar su mundo emocional. Mostramos respeto y confianza cuando acompañamos en la relación y también en lo individual, a la otra persona.


Una comunicación con responsabilidad afectiva; las paredes


Tanto comunicarse como hacerlo de forma responsable afectivamente, son pilares en las relaciones románticas del siglo XXI. La comunicación abierta y honesta ofrece la oportunidad de que ambos puedan expresar sus necesidades y preocupaciones, evitando así el mayor número de malentendidos posibles y fortaleciendo tanto la confianza como el vínculo. La responsabilidad afectiva implica ser consciente del impacto emocional de nuestras palabras y acciones, actuando con empatía y consideración. Para ejemplificar esta parte, me gustaría presentaros a Laura y Mario, que tras una discusión sobre el tiempo que dedicaban a sus actividades individuales, decidieron hablar y expresar lo que esto les despertaba emocionalmente. Mario comprendió que Laura se sentía descuidada, mientras ella entendió la necesidad de Mario de mantener su espacio personal. A través de esta comunicación y asumiendo la responsabilidad de cómo se afectaban mutuamente, lograron encontrar un equilibrio que fortaleció su relación.


Compromiso y una red de seguridad; el techo


Igual de fundamental es contar con un techo que proteja nuestro hogar de las inclemencias del tiempo, como lo es el generar seguridad en una relación. La capacidad de sentirnos seguros tanto emocional como físicamente con nuestra pareja, sabiendo que podemos contar con ella en los momentos difíciles y compartir nuestras alegrías en los momentos felices, es indispensable. Este sentimiento de seguridad nos permite explorar y crecer dentro de la relación, sin miedo al abandono o a la incertidumbre. Todo ello implica un gran compromiso de apoyo mutuo y de estar presentes el uno para el otro, construyendo mano a mano un vínculo que sentiremos como refugio.


Somos más que una relación; ventanas y puertas


Mantener una relación no significa perder la identidad propia. De hecho, se revela como fundamental que cada persona mantenga su parcela personal dentro de la relación. Laura y Mario, por ejemplo, encontraron que respetar los hobbies y amistades de ambos era esencial para su felicidad conjunta. Fomentar la autonomía, permitiendo que cada uno persiga sus intereses y mantenga sus amistades, enriquece la relación. Laura disfruta de sus clases de kickboxing, mientras que Mario es un apasionado del ciclismo. Ambos apoyan y celebran estas actividades, entendiendo que el crecimiento personal contribuye al bienestar en la relación.


Sentirnos cuidados, sentirnos queridos; haciendo nuestro hogar acogedor


En el frenesí de la vida cotidiana, es fácil descuidar los pequeños gestos que mantienen viva una relación. Un mensaje de buenos días, una nota escondida en la mochila o una cena sorpresa pueden parecer simples, pero tienen un gran impacto. Estas muestras de afecto constante refuerzan el vínculo y el compromiso. Mario prepara el desayuno favorito de Laura cada mañana, y ella le escribe mensajes de ánimo antes de sus reuniones importantes, y ambos saben lo importante y significativo que esto resulta al otro.


Memorias compartidas; un jardín floreciente


Es crucial no confundir “tiempo de calidad” con estar físicamente juntos. Se trata de compartir experiencias valiosas y auténticas que fortalezcan el vínculo emocional y afectivo. Esto implica dedicar en momentos concretos una atención plena el uno al otro, sin distracciones externas, para realmente conectar a un nivel más profundo del que el frenesí del día a día nos permite. Ya sea disfrutando de un momento de intimidad, explorando nuevos lugares o simplemente conversando sin prisas; este tiempo fortalece la complicidad y la comprensión mutua. Es una oportunidad para expresar afecto y aprecio, construyendo recuerdos que fortalezcan las bases de la relación.


Resolviendo problemas, adaptándonos a los cambios; el cuidado de nuestro hogar


Ninguna relación está exenta de conflictos. Lo que distingue a una relación saludable es la forma en que se gestionan estos desacuerdos. En lugar de evitar las discusiones, es preciso enfrentarlas con respeto, encarando el futuro sin amarrar anclas a lo ya pasado. En este caso, Laura y Mario acabaron entendiendo los conflictos como oportunidades para crecer, no como amenazas a su relación. Cuando surgieron diferencias sobre qué hacer en las vacaciones, en lugar de imponer sus preferencias, estos buscaron una opción que consiguiera satisfacer de alguna manera a ambos. Además, las relaciones, al igual que las personas, evolucionan con el tiempo. Ser flexible y aprender a adaptarse ante los cambios es crucial para la longevidad de una relación. 


Como podemos ir viendo, un “buen amor”, hoy en día, no versa simplemente de pasión y romanticismo, también habla de conexión, respeto y comprensión mutua. Es un amor que valora la apertura a la comunicación, donde cada persona se siente libre de expresar sus pensamientos y emociones sin temor a ser juzgada. En un mundo interconectado pero a menudo superficial, un buen amor se destaca por su capacidad de cultivar la confianza, construyendo un refugio seguro frente a las incertidumbres externas. Es un amor que celebra las diferencias y fomenta el crecimiento personal, entendiendo que dos individuos completos son la base de una relación sólida. Y un buen amor es resiliente, adaptándose a los desafíos y cambios inevitables de la vida que brinda el siglo que nos ha tocado vivir, y encontrando maneras creativas y significativas de mantener viva la chispa a pesar de las rutinas y las presiones diarias. En esencia, un buen amor es aquel que suma en la vida de ambos.



Carla Barros, Psicóloga de PSICARA

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