Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Esta vez hablaremos sobre la importancia de ser flexible con aquellos objetivos que establecemos.
El lunes acabaron las navidades y eso significa que volvemos a la rutina. Durante las fiestas, nos hemos despedido del año para dar la bienvenida a este nuevo 2025. Con los inicios suelen aparecen nuevos objetivos y propósitos ¿quién no ha pensado alguna vez en ellos? “Este año voy a leer todas las noches”, “este año tengo que entrenar “x” días a la semana”, “no puedo dejar cosas del trabajo para mañana”, etc.
Los objetivos y propósitos, en un principio, parten de la idea de hacer pequeños cambios para así mejorar nuestra calidad de vida y bienestar. Se ha visto que hacer un balance sobre qué aspectos de nuestra vida queremos mejorar, y establecer objetivos a corto, medio y largo plazo, nos permite establecer un camino a seguir para alcanzarlos de una manera más eficaz. De este modo, en nuestro día a día podemos ir avanzando en ese camino que hace que estemos un poco más cerca de ese objetivo a largo plazo.
Balma todas las nocheviejas elabora un listado para organizar su nuevo año y planificar qué objetivos quiere conseguir. Actualmente está opositando, compaginándolo a su vez con un trabajo. Debido a que lleva poco tiempo estudiando, y siendo consciente de que trabajando en una tienda es más difícil poder dedicar tiempo al estudio, se ha establecido ciertos objetivos que quiere cumplir este 2025. Se ha propuesto estudiar 5 horas diarias de lunes a sábado, y hacer deporte de lunes a viernes para dejar de llevar una vida sedentaria.
Mientras Balma realiza esta planificación, observamos en ella cierto grado de motivación, alegría y optimismo, pues la planificación per se le permite trazar ese objetivo a largo plazo aumentando la probabilidad de alcanzarlo. Al iniciar la primera semana tras las navidades, observamos cómo cumple dicha planificación y va aumentando en ella la satisfacción y el bienestar por verse capaz de realizarlo.
El martes de la tercera semana, cuando suena el despertador, Balma se encuentra muy cansada y sin energía para ir a entrenar, pues en la tienda está habiendo mucho trabajo. Debido al cansancio, decide apagar la alarma, sin acordarse de posponerla, y acaba despertándose de un sobresalto a las 9:30 de la mañana. Se levanta nerviosa, agobiada y frustrada al haberse dormido, pues eso significa no haber ido a entrenar y haber perdido tiempo de estudio. Intenta ponerse a estudiar, pero se siente muy acelerada y con muchos pensamientos que invaden su mente: “mal empezamos si a la tercera semana estoy así”, “cómo no se me ocurre ponerme otra alarma”, “ya no voy a poder estudiar lo que me había propuesto”, “encima ya ni he hecho deporte”, etc. Mientras le invaden todos esos pensamientos, intenta estudiar sin mucho éxito.
Como podemos observar, el hecho de haberse despertado más tarde acaba interfiriendo en el resto de las actividades planificadas. Imaginaros que, en lugar de responder de este modo, Balma se despierta a las 9:30 sobresaltada por haberse dormido, y para no entrar en el bucle de los pensamientos y dejarse llevar por el malestar emocional, decide parar un momento, e intentar mirar la situación desde otro punto.
Balma al despertarse y ver que se ha dormido, empieza a sentirse nerviosa, agobiada y frustrada. Decide parar un momento y respirar mientras piensa en lo ocurrido para intentar calmarse y buscar alternativas: “estos días en la tienda están siendo agotadores, es normal que no pueda levantarme”, “aunque no me guste lo que ha ocurrido, ya no puedo hacer nada para cambiarlo, así que voy a intentar reorganizar los objetivos del día y aunque estudie menos, al menos algo de temario adelantaré”, “aunque mi objetivo sean 5 días de deporte, sé que es un objetivo que puede que algún día no pueda cumplirlo y no significa que no lo esté haciendo bien”, etc.
Podemos observar que en ambos casos nos encontramos en la misma situación: se ha dormido y eso implica fallar en los objetivos propuestos. Las emociones que se activan en dicha situación observamos que son las mismas, pues dicha respuesta emocional es esperable debido a que son las emociones que tienden a activarse en este tipo de situaciones, es por ello por lo que el problema de la gestión de la situación no se encuentra aquí, sino que está más bien en el qué decido hacer frente a esto.
Uno de los elementos que hay que tener en cuenta cuando establecemos objetivos y propósitos es la posibilidad de fallar o que ocurra un inconveniente que me impida alcanzarlos. Cuando no tenemos en cuenta dicha variable y establecemos objetivos rígidos e inflexibles, la frustración que sentimos tiende a paralizarnos y bloquearnos, impidiéndonos trazar una ruta alternativa a esta realidad, pues esto es lo que le ocurre a Balma en el primer caso. En cambio, cuando tenemos presente que a veces nos ocurrirán inconvenientes que interferirán en nuestro objetivo, podemos parar, flexibilizar y adaptarnos a esta nueva realidad, como ocurre en el segundo caso.
Teniendo en cuenta todo esto, ahora que seguramente estamos iniciando nuestros propios propósitos y objetivos de año nuevo, es importante que no solamente planifiquemos el objetivo a largo plazo, sino que también tracemos esa ruta de corto y medio plazo, pues de este modo, resulta más sencillo seguir ese camino que nos permita alcanzarlo. También es importante no solamente establecer las rutas, sino establecer unas que no sean rígidas e inflexibles, es decir, que den cabida al fallo y al error, pues tenemos que aprender a aceptar que en muchas ocasiones, el error forma parte del proceso y eso no implica que el objetivo no se vaya a alcanzar, sino que quizás se alcanza por un medio diferente.
Miriam Pitarch Rambla, psicóloga de PSICARA
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