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ANTROPOLOGÍA, PORNOGRAFÍA Y EL SER HUMANO

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo de hoy pasaremos a revisar las diferentes variabilidades de las normas sociales respecto a la sexualidad humana.


Estudiar las distintas culturas es una de las mejores formas para ampliar esos puntos de vista limitados que tenemos a veces las personas occidentales europeas. Conocer diferentes realidades nos permite observar y apreciar la diversidad de la vida de una forma más global. Es necesario tener en cuenta que la perspectiva adquirida de esta forma, tiene una gran importancia tanto para las decisiones individuales como para la adopción de normas sociales saludables y para la mejor convivencia.


Cada rama de la ciencia prioriza definir o describir la sexualidad según su objeto de estudio: 


  • La biología atribuye a la conducta sexual una importancia fundamental porque esta actividad es determinante para la reproducción de la especie y, con ello, para la continuación de la vida.

  • La psicología busca fomentar los valores del autocuidado, el respeto y la autoestima en las facetas sexuales de las personas.

  • La sociología contempla la sexualidad destacando su influencia en cuanto a su función unificadora y de cohesión, lo que contribuye a la unidad social de las familias y, con ello, de la sociedad en su conjunto. Así las funciones básicas de la sexualidad se pueden deducir de estas aproximaciones al hecho sexual: reproducción, placer y relación (comunicación).

  • Desde el punto de vista antropológico se puede afirmar que el impulso sexual es una característica de la personalidad, de los hábitos de conducta humanos, que se encuentra presente prácticamente en todos las personas de todos los lugares y épocas.

  • La arqueología ha descrito cómo el hombre paleolítico vivía la sexualidad de una forma más despreocupada que la manera en la que hoy en día afrontamos este tema. 


Desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días, la sociedad occidental ha emitido el control sobre la población a través de aparentes “valores humanos”: tanto en la antigua Grecia y Roma, así como por los descubridores, colonizadores y misioneros; los estilos de relación y las normas sociales, en especial en lo relativo al sexo, parecían un verdadero aquelarre: poligamia, prostitución de hospitalidad y sagrada, matrimonio colectivo, rapto de novias, normalización de la conducta homosexual, celebraciones religiosas que terminaban en orgías sexuales... 


Lo que tardaron en comprender estos "descubridores" era que el desconcierto, por esas formas de comportamiento sexual recién conocidas, era mutuo: también los "salvajes" se sorprendieron y escandalizaron en algunos casos de los hábitos sexuales y sociales de sus descubridores. Unos y otros consideraban sus costumbres como las verdaderamente buenas.


Gracias al desarrollo de movimientos sociales como la ilustración del s. XIX, el feminismo o la lucha del colectivo LGTBIAQ+ por poner ejemplos rápidos. Las sociedades más cercanas han conseguido evolucionar y deshacerse de normas y obligaciones represivas para la libertad identitaria y sexual de las personas.


La tradición judeocristiana de la edad media enseñó a Europa que todo lo que tuviera que ver con el pecado debía redirigirse “para poder ser un buen hijo de Dios”. Todo este tipo de normas sociales son justificadas en gran parte por los valores de la religión que esté más presente en esa zona.


A día de hoy, sabemos que no toda la actividad humana es innata, sino que gran parte de ella está determinada por procesos de aprendizaje.


En el caso de otras especies diferentes a los seres humanos, su sexualidad y los individuos se comportan de una forma homogénea y estable; sus actividades sexuales están guiadas y delimitadas por los instintos, de forma que todos los individuos de la especie reproducen los mismos esquemas de comportamiento. 


En el caso de los seres humanos liberados de instintos, la conducta sexual se ve rescatada de corsés genéticos y biológicos, y se manifiesta de formas ricas y diversas; viéndose influida por factores aprendidos, procedentes de características sociales e individuales de cada persona. Esta condición de libertad frente a los instintos, que corresponde a la especie humana, presenta algunas ventajas evolutivas que se manifiestan en la autonomía de sus individuos en cuanto, por ejemplo, a no depender de ciclos fijos que determinan la posibilidad de interacciones sexuales (cuestión a la que están expuestos los individuos de especies menos evolucionadas). 


Pero la no dependencia de los instintos presenta también inconvenientes; a diferencia de lo que ocurre en el caso de los animales, que están libres de sufrir disfunciones sexuales y otro tipo de dificultades en este ámbito, las personas somos vulnerables a padecer problemas sexuales que afectan no sólo a los aspectos reproductivos sino que alcanzan aspectos personales y sociales.


Puede que sí o no, pero quizá nunca te hayas fijado que la mayor parte de problemas psicológicos, y también sexuales, provienen de un contexto social. La ansiedad social, el bullying, el mobbing, los traumas por abusos dentro de la familia…, y en el ámbito sexual de las personas lo mismo. Un adulto puede padecer falta de excitación o indiferencia hacia el sexo por diferentes formas de culpabilidad y represión que su contexto le ha enseñado durante su crecimiento.


¿Cuantos complejos pueden desarrollar los jóvenes con el visionado de la pornografía? Desde inseguridades con su cuerpo, el tamaño de su pene, la duración de la penetración o los famosos “gatillazos” (que no son más que respuestas normales en las que las personas sienten ansiedad porque para muchas personas desnudarse y tener sexo es un acto de mucha vulnerabilidad).


La masturbación en la infancia y la adolescencia parece ser una práctica generalizada, que suele ser reprimida por las familias, y un tema del que no se habla a lo largo de las diferentes sociedades, que suele tolerarse; sin embargo, que un adulto se masturbe muchas veces se considera una manifestación degradada de la conducta sexual.


Uno de los temas más controvertidos últimamente en la televisión española está siendo el de la pornografía y la masturbación. Los medios de comunicación están usando encuestas sobre la edad de inicio del consumo de pornografía para poner encima de la mesa algo que es un tabú en muchas casas. ¿Verdaderamente crees que está generando los jóvenes se conviertan en futuros abusadores?¿Acaso no puede paliarse esta situación con educación sexual? ¿La presencia del porno acaso puede estar generando que la gente no busque satisfacer sus deseos con otras personas y solo lo hagan en sus casas durante horas en soledad? ¿Y tú qué opinas?


Rubén Somalo, psicólogo de PSICARA


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